viernes, 7 de septiembre de 2007

Actualidad: Guerín no conmueve esta vez


Enric González
EL PAÍS, Venecia, 6 de septiembre de 2007

Tibia respuesta a En la ciudad de Sylvia, la única película española a concurso

¿De cuántos elementos puede despojarse una película, sin dejar de ser película? Ésa es la cuestión que plantea En la ciudad de Sylvia. La obra de José Luis Guerín, proyectada ayer dentro de concurso en la Mostra de Venecia, cuenta con un argumento extremadamente sencillo (un chico mira a una chica), unas pocas líneas de diálogo y una banda sonora tejida con ruidos ambientales. Pese a tanta desnudez, hay película. Y belleza. También hay una severa exigencia de complicidad por parte del espectador, y parsimonia, y riesgo de trauma para los adictos al videojuego y la gente con prisa.

José Luis Guerín (Barcelona, 1960) es un cineasta con vocación de pureza. La vena documental que caracterizaba varios de sus trabajos anteriores (Innisfree o la celebrada En construcción) resulta igualmente esencial en su última película. "Creo unas determinadas condiciones y espero con la cámara a que llegue el momento revelador", explicó tras la proyección. Las calles de Estrasburgo y una serie de rostros femeninos, encabezados por el de la actriz Pilar López de Ayala (la presunta Sylvia), son a la vez protagonistas, escenario, decorado y relato.

"El reto más grande consiste en que se acepte la sencillez de la película", comentó el cineasta. Guerín dijo que filmaba como si fuera el primero en hacerlo, y admitió que, en este caso, exigía al espectador una mirada igualmente primigenia. Existen ciertas dificultades para alcanzar esa conexión en la inocencia. El público ya no entra en pánico cuando ve en pantalla una locomotora aproximándose, como ocurría en tiempos de los hermanos Lumière, y ha adquirido todos los resabios del siglo XX.

El mismo problema se plantea, de otra forma, para el propio Guerín, quien asegura poseer "mucha más experiencia como espectador que como cineasta". Soslaya su experiencia como crítico. El director barcelonés es un teórico formidable. Y la teoría es incompatible con la inocencia.

Ese fenómeno, el de la riqueza teórica, se puso de manifiesto durante la conferencia de prensa posterior a la proyección. En el cine, la película fue acogida con algunos aplausos y unos tímidos abucheos, pese a tratarse de una propuesta mucho más accesible para el público especializado que para, en palabras de Guerín, el "consumidor" habituado al "cine sensitivo". La argumentación de Guerín sobre su propia película y sobre la esencia del arte cinematográfico suscitó mayor unanimidad: fue uno de los discursos más articulados e inteligentes que se han escuchado en Venecia.

Si se acepta el juego, si se logra simultanear el candor emotivo y el análisis inteligente (porque ésas son las reglas, más cercanas a Michelangelo Antonioni que a los pioneros del cine, establecidas por Guerín), la película puede constituir una experiencia gratificante, enriquecedora y casi iniciática. José Luis Guerín posee una mirada sutil, acaricia lo que filma. Ocasionalmente, puede ocurrirle como a los grandes oradores cuando se escuchan a sí mismos y caen en un trance autohipnótico.

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