
Carlos Fresneda, Pablo Pardo, Julio Baldeón
Blog Cambio de curso en EEUU
EL MUNDO/Blogs.
28 de octubre. Una noche lluviosa, ayer, estrenaron en Manhattan Muerte de un presidente'. Las elecciones también juegan al póker en los cines. El as más polémico, Muerte…, roza el docudrama, la estafa, el aldabonazo acendrado, la provocación sana o insana, y tiene algo de mitin político, thriller futurista, pasote vertiginoso y bucle enraizado en unos días venideros que deparan sobresaltos atómicos y telefonos pinchados a manos llenas.
Muerte… cuenta la muerte de George W. Bush en 2007. Usa el arsenal tecnológico de los nuevos tiempos, gráficos creados por ordenador y actuaciones reales, para dar una “impresión de realidad”. Sobrepone el rostro del presidente al de un actor con espeluznante verosimilitud y lo liquida en el primer tercio del metraje, cuando un pistolero dispara en plan Oswald.
El fruto del telerrifle queda alojado y, a partir de ahí, la película prosigue con la reacción de los medios, la ascensión al poder del siempre inquietante Cheney, los partes del equipo médico habitual, las redadas del FBI, la caza del islamista y los aplausos de unos activistas antiglobalización que en su odio profundo rozan la oligofrenia (los de la peli, digo). Orquestada en Chicago, año 2007, Muerte… especula con un chivo espiatorio de origen sirio, un juicio turbio y una multiplicación de la Patriot Act, desde entonces transformada en ley permanente que deja al país en estado de sitio.
Estrenada en el Festival de cine de Montreal, donde ganó el Premio de la Crítica, Muerte… ha provocado alguna tormenta. Regal Entertainment Group —la mayor cadena de cines de EEUU— y Cinemark USA —una compañía de Tejas con 2.500 pantallas en 34 Estados— han decidido boicotearla. Contra lo que pudiera pensarse, poca cosa. La película avanza sin problemas. Incluso ha sido declarada apta para todo tipo de público por los comites de decencia (no es ese su nombre, aunque podría).
En realidad nada frena a Muerte…. Newmarket, la distribuidora, responsable de La pasión de Cristo, posee un vigoros instinto predador. Gabriel Range, director de Muerte… opina que su trabajo “no es sensacionalista ni gratuito”, y que ha usado "la lente del futuro para explicar el pasado, para abrir el debate sobre adónde nos llevan las actuales políticas estadounidenses". En Muerte… queda claro: al recrudecimiento del militarismo y la paranoia colectiva. Es bastante posible, más, ojo: uno, sentado en cine, no deja de preguntarse sobre lo que sucedería en otros países si alguien propusiera semejante cataclismo.
Pongamos que las FAES hicieran un falso documental en el que José Luis Rodríguez Zapatero fuera asesinado por un etarra en plena tregua. O que desde Ferraz urdieran una película donde Mariano Rajoy cayera bajo las balas de un comando talibán. Ambos crímenes llevarían, un suponer, al PSOE a tergiversar pruebas para apuntalar la tregua, o al PP, digamos, a solicitar nuevas aventuras en Irak. Las comparaciones, odiosas y blablablá, invitan a la melancolía. No necesitamos la bola de una bruja para adivinar el huracán.
En EEUU, por contra, asentimos ante la hipótesis de que un magnicidio fuera orquestado por partidarios de la mano dura, desencadenando políticas aún más lesivas con los derechos civiles, pero lo cierto es que la película se exhibe sin problemas, nadie solicita el cadalso para el director y, entre tanto, la libertad de expresión titila intacta. Mira por donde, en EEUU decir lo que uno quiera, y decirlo alto y claro, todavía es un derecho sagrado.
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