miércoles, 26 de diciembre de 2007

Crítica: Las variaciones de Portabella


El silencio antes de Bach (2007), de Pere Portabella

Jordi Costa
EL PAÍS, viernes 21 de diciembre de 2007

Detrás de la narrativa fragmentaria y elíptica de El silencio antes de Bach, película regida por una lógica más musical que discursiva, pervive una vocación de heterodoxia de largo recorrido: productor con un radar especialmente afinado para detectar lo nuevo (Los golfos, El desastre de Annual) o lo insular (El cochecito, Viridiana, Tren de sombras), Pere Portabella, como miembro o satélite de la Escuela de Barcelona, fue uno de los cineastas que, a finales de los sesenta, vislumbraron un cine español posible (o imposible), alejado de los lastres de lo descriptivo y con una vocación de modernidad enfrentada a ese resbaladizo concepto de lo mesetario que manejaban algunos de sus compañeros de generación. Pasados 17 años de su último largometraje -Puente de Varsovia-, Portabella protagoniza algo bastante parecido a un regreso triunfal: El silencio antes de Bach no sólo no entra en contradicción con la poética libérrima de su filmografía anterior, sino que también logra erigirse en paradigma de legibilidad en los márgenes de la convención, un trabajo capaz de establecer un acto comunicativo único e intransferible con cada uno de sus espectadores.

Resulta casi impertinente el intento de analizar una película como El silencio antes de Bach, trabajo donde el director parece jugar al frontón con el público, abogando por el discurso abierto, atomizado: lanza ideas provocadoras o capaces de estimular la reflexión posterior, se detiene en remansos poéticos de fuerza casi hipnótica, abre la puerta a la digresión, cruza caminos cuando lo cree conveniente..., todo ello en un sugerido diálogo estructural con la música de Bach, punto de encuentro entre el rigor técnico y la inefabilidad del genio.

La fragilidad de la idea de Europa, la incapacidad de asumir la convivencia del horror y la belleza, el poder redentor del arte y el diálogo entre sensibilidades parejas a través del tiempo son algunos de los temas de esta suerte de cubo de Rubik cinematográfico. Portabella alcanza su mayor poder de sugerencia en algunos momentos no narrativos, como la danza de la pianola que abre la película o ese viaje musical en vagón de metro. Al conjunto se le puede reprochar cierta naturaleza de inyección en vena de alta cultura y que la participación del músico Carles Santos en el guión no traslade al proyecto algo del humor lunático de su espectáculo La pantera imperial, su particular tributo a Bach.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

DVD: The GPO Classic Collection. Vols. I, II y III


Andrés Hispano
Cultura/s, La Vanguardia. Miércoles, 12 de diciembre de 2007.

En el mundo del documental, el británico John Grierson (1898-1972) ocupa un lugar destacado, por no decir mítico. Grierson, padre del documental social, lideró diversos grupos, o Film Units, que aun trabajando para empresas o entidades públicas hicieron del documental una herramienta de activismo humanista y político. Entre 1933 y 1940, años en que trabajó para el servicio postal británico (GPO, a cargo de todo tipo de medio de comunicación, desde el correo hasta la incipiente televisión), Grierson y sus compañeros (Cavalcanti, Rotha, Elton, Jennings, McLaren, Lye...), rodaron cuatro decenas de documentales en los que además de ofrecer una visión cruda y algo heroica del mundo del trabajo, de la minería a la pesca, se permitieron experimentar de manera brillante con el sonido y el montaje.

De un año a esta parte, numeroso material de aquel período se ha publicado en Gran Bretaña, desde películas encargadas por el British Railways Sistem a monográficos como el de Humphrey Jennings y su producción propagandística durante la IIª Guerra Mundial. Ahora ven la luz los títulos de la GPO, en una serie de tres discos con varias obras y otros dedicados íntegramente a una sola, como Night Mail (Watt y Wright, 1936), quizá la más famosa y reconocida de sus películas.

Al margen del interés histórico y cinematográfico de estas piezas, resulta muy interesante poder visionar los pasos de artistas tan variados y con carreras posteriores tan relevantes como Lye, McLaren o Cavalcanti. Lye, representado en esta colección con su primera cinta no abstracta, N or NW (1937), es quizás el más sofisticado de todo el equipo, con complejas composiciones y exquisitos ejercicios de split-screen. Con la guerra, el equipo pasó a trabajar en filmes de propaganda, y Grierson, progresivamente, trasladó su trabajo a Canadá. (A lamentar la pobreza de las ediciones, sin material adicional. En www.amazon.co.uk y www.panamint.co.uk)

sábado, 8 de diciembre de 2007

Estreno: Muerte de un presidente


Carlos Fresneda, Pablo Pardo, Julio Baldeón
Blog Cambio de curso en EEUU
EL MUNDO/Blogs.

28 de octubre. Una noche lluviosa, ayer, estrenaron en Manhattan Muerte de un presidente'. Las elecciones también juegan al póker en los cines. El as más polémico, Muerte…, roza el docudrama, la estafa, el aldabonazo acendrado, la provocación sana o insana, y tiene algo de mitin político, thriller futurista, pasote vertiginoso y bucle enraizado en unos días venideros que deparan sobresaltos atómicos y telefonos pinchados a manos llenas.

Muerte… cuenta la muerte de George W. Bush en 2007. Usa el arsenal tecnológico de los nuevos tiempos, gráficos creados por ordenador y actuaciones reales, para dar una “impresión de realidad”. Sobrepone el rostro del presidente al de un actor con espeluznante verosimilitud y lo liquida en el primer tercio del metraje, cuando un pistolero dispara en plan Oswald.

El fruto del telerrifle queda alojado y, a partir de ahí, la película prosigue con la reacción de los medios, la ascensión al poder del siempre inquietante Cheney, los partes del equipo médico habitual, las redadas del FBI, la caza del islamista y los aplausos de unos activistas antiglobalización que en su odio profundo rozan la oligofrenia (los de la peli, digo). Orquestada en Chicago, año 2007, Muerte… especula con un chivo espiatorio de origen sirio, un juicio turbio y una multiplicación de la Patriot Act, desde entonces transformada en ley permanente que deja al país en estado de sitio.

Estrenada en el Festival de cine de Montreal, donde ganó el Premio de la Crítica, Muerte… ha provocado alguna tormenta. Regal Entertainment Group —la mayor cadena de cines de EEUU— y Cinemark USA —una compañía de Tejas con 2.500 pantallas en 34 Estados— han decidido boicotearla. Contra lo que pudiera pensarse, poca cosa. La película avanza sin problemas. Incluso ha sido declarada apta para todo tipo de público por los comites de decencia (no es ese su nombre, aunque podría).

En realidad nada frena a Muerte…. Newmarket, la distribuidora, responsable de La pasión de Cristo, posee un vigoros instinto predador. Gabriel Range, director de Muerte… opina que su trabajo “no es sensacionalista ni gratuito”, y que ha usado "la lente del futuro para explicar el pasado, para abrir el debate sobre adónde nos llevan las actuales políticas estadounidenses". En Muerte… queda claro: al recrudecimiento del militarismo y la paranoia colectiva. Es bastante posible, más, ojo: uno, sentado en cine, no deja de preguntarse sobre lo que sucedería en otros países si alguien propusiera semejante cataclismo.

Pongamos que las FAES hicieran un falso documental en el que José Luis Rodríguez Zapatero fuera asesinado por un etarra en plena tregua. O que desde Ferraz urdieran una película donde Mariano Rajoy cayera bajo las balas de un comando talibán. Ambos crímenes llevarían, un suponer, al PSOE a tergiversar pruebas para apuntalar la tregua, o al PP, digamos, a solicitar nuevas aventuras en Irak. Las comparaciones, odiosas y blablablá, invitan a la melancolía. No necesitamos la bola de una bruja para adivinar el huracán.

En EEUU, por contra, asentimos ante la hipótesis de que un magnicidio fuera orquestado por partidarios de la mano dura, desencadenando políticas aún más lesivas con los derechos civiles, pero lo cierto es que la película se exhibe sin problemas, nadie solicita el cadalso para el director y, entre tanto, la libertad de expresión titila intacta. Mira por donde, en EEUU decir lo que uno quiera, y decirlo alto y claro, todavía es un derecho sagrado.

Crítica: Muerte de un presidente

Carlos Boyero
EL PAÍS. Viernes, 7 de diciembre de 2007

Aburrido experimentalismo
Comprendo que el tema que desarrolla este falso documental, el asesinato de George W. Bush el 19 de octubre de 2007, le haya puesto los dientes largos a mucha gente asqueada ante el desprecio que muestra el jefe del Imperio por la vida de los infieles y civiles iraquíes y afganos, e incluso por la de los soldaditos de su ejército, que consideren venturosa la utópica desaparición de alguien que en nombre del goloso petróleo o del poder geopolítico siente una excesiva afición a montar guerras que acabarán salpicándonos a todos. Lo más probable es que se lleven una notable decepción si esperan de Muerte de un presidente suspense y profundidad, conmoción y magnetismo.

El director Gabriel Range se esfuerza por ser original, crítico y complejo. Esas pretensiones se quedan en nada, en un fatigoso quiero y no puedo, en situaciones repetitivas y estancadas.

El arranque promete. Mezclan en un laborioso montaje imágenes de archivo de Bush y su corte, en su llegada a una convención en Chicago y rodeados por manifestantes duros a los que apalea la policía, con personajes e historias de ficción retratados con minucioso afán documental. Y tiene mérito, está tan bien acoplado que resulta arduo distinguir lo que es auténtico de lo que es ficticio.

El encanto dura poco. A raíz del asesinato de Bush por un francotirador comienza una pesadísima retahíla de declaraciones de asesores y guardaespaldas reconstruyendo el magnicidio. Tampoco existe nada apasionante en la búsqueda del asesino, largándole maquiavélicamente el muerto a un inocente sirio acusado de actuar a las órdenes de Al Qaeda. Llega un momento en el que te da igual el fiambre y su ejecutor. Sólo deseas que se acabe. Reviso En la línea de fuego, que va del mismo tema. Me reconcilio con el cine. Me olvido al instante del concienciado y espeso discurso de Muerte de un presidente.

El hombre que mató a Bush con su videocámara


Beatriz Portinari
EL PAÍS. Madrid. 1 de diciembre de 2007

19 de octubre de 2007. El presidente de la nación más poderosa del mundo, George W. Bush, cae abatido a tiros en el hotel Sheraton de Chicago, después de pronunciar su última conferencia sobre economía y libertades. En la calle, miles de manifestantes furiosos gritan consignas pacifistas como no se oían desde la guerra de Vietnam y se enfrentan a los antidisturbios, tratando de llegar al hotel. Todos son sospechosos potenciales, pero sólo uno ha burlado los sistemas de seguridad hasta encontrar el lugar perfecto desde el que disparar.

Con este punto de partida, el cineasta británico Gabriel Range (autor de The Day Britain Stopped) hace lo que nadie se había atrevido hasta ahora: poner fecha al magnicidio en formato de falso documental, Muerte de un presidente, que juega con la mente del espectador hasta el punto de convencerle de que aquello realmente sucedió. Detrás del filme, que se estrena el próximo miércoles, subyace la crítica demoledora a la estrategia de exportar libertad a golpe de bombardeos o detener alegremente a cualquier ciudadano por el hecho de ser árabe.

"En 2003, yo vivía en Nueva York y me impactó la forma tan cínica que tuvo la Administración de Bush para aprovechar el clima de miedo y preparar la guerra de Irak. Esto hizo que me planteara tratar el asesinato del presidente y las consecuencias o daños que provocaría", explica Range.

Su película, que a modo de intenso thriller describe la investigación policial del asesinato, sirve además de demostración de la manipulación mediática. "Cuando leemos un periódico somos conscientes de que es la interpretación del periodista, pero olvidamos que la televisión también puede mentir. Lo impactante de esta película es que la distorsión se consigue por la edición y no tanto los efectos especiales", advierte el director.

El rodaje de Muerte de un presidente, construido con entrevistas a falsos agentes del FBI, personal de seguridad e incluso familiares de los acusados, rozó la clandestinidad para evitar la censura previa.

"Fuimos muy discretos. Sólo decíamos que estábamos rodando una pequeña producción británica, por sus siglas en inglés, D.O.A.P., que podría ser Donkeys on a plane", bromea. "Y después de ver las reacciones que ha provocado, creo que habría sido imposible hacerlo si hubiéramos dicho de qué se trataba".

Las airadas críticas por parte de los sectores conservadores de Estados Unidos no se han hecho esperar: la Casa Blanca no quiere opinar "para no dignificar la película", algunas distribuidoras se han negado a proyectarla e incluso Hillary Clinton ha mostrado su horror, a pesar de que no se ve una gota de sangre ni se recrea en la muerte del presidente.

"Mientras hacíamos la película, la gente pensaba que estábamos cruzando la línea de la decencia y el buen gusto, que era como celebrar ese asesinato. Pero no se trataba de eso, sino de por qué hacerlo y cómo hacerlo, con un trasfondo emocional", señala Range.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Una cinta de animación suiza gana el Gran Premio de la 49 edición de Zinebi


Efe Bilbao
Deia, 1 de diciembre de 2007

Una cinta de animación suiza de 19 minutos de duración titulada Le printemps de Sant Ponç", codirigida por Eugenia Mumenthaler y David Epiney, ha ganado el Gran Premio de la 49 edición del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao-ZINEBI fallado hoy.

El jurado del certamen bilbaíno de cinematografía, presidido por el joven cineasta filipino Raya Martin, ha dado a conocer hoy el palmarés completo del Festival que también otorga a la cinta suiza ganadora del gran premio, el Mikeldi de Oro de Animación, mientras que el Mikeldi al mejor documental ha recaído en la película española Familia 068, de Rubén Margalló y Toni Edo.

El filme suizo de los realizadores Eugenia Mumenthaler y David Epiney que ha acaparado dos de los tres grandes premios del certamen bilbaíno narra, a través de un taller de dibujo, las inquietudes y vivencias de un grupo de gente con discapacidad intelectual.

La cinta ganadora del Mikel de Oro Documental, realizado, producido, montado y fotografiado por Margalló y Edo, de 27 minutos de duración, cuenta, por su parte, la historia de una familia de las que viven en un vertedero de Managua (capital de Nicaragua), conocido como "La Chureca".

El jurado ha concedido también el Gran Premio del Cine Español al documental hispano-ecuatoriano El niño y el mar (2007), producido, realizado, fotografiado y montado en solitario por su autor, Tino Molina.

El Gran Premio del Cine Vasco ha recaído, por su parte, en el documental de la realizadora Laida Lertxundi, titulado Footnotes to a house of love en el que, tal y como indica en inglés su título, ensaya una serie de anotaciones acerca del amplio y misterioso sentimiento del amor.

El premio del festival bilbaíno a la Mejor Película de América Latina ha ido a parar al filme de ficción uruguayo titulado El cuarto del fondo, codirigido por las realizadoras Leticia Jorge y Ana Guevara, que cuenta la Nochebuena que pasa una adolescente de 14 años en compañía de su tía abuela, de 80.

El ZINEBI 2007 concluye esta noche con una gala en el Teatro Arriaga en la que se proyectarán de todas las películas que han obtenido algún premio, y se le hará entrega del Mikeldi de Honor al realizador y productor catalán Pere Portabella por "su relevante papel en el desarrollo y modernización del cine español.

Consulta el Palmarés completo de Zinebi 2007

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