sábado, 25 de agosto de 2007

Actualidad: Carles Bosch, director de 'Septiembres' y 'Balseros'


Naila Váquez
La Vanguardia, Barcelona, 25 de agosto de 2007

Tras más de 20 años como reportero de TV3 para el programa 30 Minuts, Carles Bosch se inició en el documental cinematográfico con Balseros, que le valió el éxito internacional y le llevó a la alfombra roja hollywoodiense, aunque finalmente se fuera de vacío. Su nueva película, Septiembres, va trenzando historias de amor entre reclusos y sus parejas. Las hay que ocurren entre la prisión y el exterior y las hay que acontecen dentro. Todo, en el marco de un festival de canción entre distintas prisiones de Madrid.

¿Cómo nace la idea de Septiembres?
Son muchas cosas. Primero el hecho de tener un amigo cumpliendo condena, justo en un momento en que mi cabeza estaba buscando una historia. Entonces me invitaron a enseñar Balseros en la prisión de Valdemoro. En un momento de la película hay un personaje que retomo a los cinco años que habla de cómo le ha ido la vida y dice que trabajaba mucho, que su mujer se aburría en casa, tuvo una historia y se fue con él. Todos los presos a coro empezaron a insultarla. Allí me di cuenta de que lo mal que se vivía en prisión estar lejos de los seres queridos y por mi amigo y su pareja, también buena amiga, conocí todo lo del régimen de visitas, los cinco minutos de llamada… Cosas que normalmente no se ven en las películas.

¿Qué pasó después?
Me llamó la educadora de esa misma prisión y me pidió que fuera a filmar el festival de canción y que, si quedaba bien, podría hacer copias para que mandaran a sus familias. Llegué, les dije que les filmaría interpretando su canción un par de veces y les pedí que la dedicaran. Hay un personaje lituano, que antes de empezar con 19 días y 500 noches, dice que la canción lo dice todo. Mientras lo estaba filmando me di cuenta que ahí había una historia, que estaba viviendo una cosa… ¡preciosa!

Rodar en la cárcel debe de ser difícil…
Una vez hablé con ellos y estuvieron de acuerdo me puse en contacto con la Dirección de Instituciones Penitenciarias para proponerles que me dieran permiso para rodar de septiembre a septiembre. Por suerte habían visto Balseros y eso ayudó. Colaboraron mucho, me dieron libertad total para entrar siempre que hubiera algo que necesitara para la historia, excepto una vez.

¿Se puede contar?
Sí. Fue la noche de fin de año. Uno de los personajes, la mujer mexicana, era posible que volviese a ganar y además era una fecha señalada. Yo quería estar. El problema, para ellos, era mostrar que en fin de año los encierran a la misma hora que el resto de noches. Ya lo dicen, "preso encerrado, funcionario descansado". Entendían que yo tenía razón pero era complicado. En el ultimísimo momento dieron la orden y parece que el director de la prisión lo entendió así que pude rodar.

Hay personajes curiosos, como un ex miembro de la banda Burning, ¿los buscaste o salieron?
Creo que cuanto más universal es el tema que tratas, menos derecho tienes, moralmente, a hacer un casting. Eran simplemente los que participaban en el festival excepto dos. Uno era mexicano y estaba metido en temas de narcotráfico y me dijo que su familia no podía salir por posibles represalias. La otra era una chica a la que el juez no se lo permitió porque su caso aún estaba abierto.

¿Qué has aprendido de toda esta experiencia?
Aún sigo aprendiendo. Me entrevistó hace poco una revista de una ONG relacionada con el tema carcelario. Yo siempre había dicho que cualquiera de los que están presos, podríamos ser nosotros. Pero ahora pienso, y qué si no pudiéramos ser nosotros, ¿eso significa que no tienen que ser tratados con la misma dignidad y con los mismos derechos, exceptuando la libertad? Cuando pasó lo de Bosnia la gente se exclamaba diciendo: es increíble que esto esté pasando a sólo dos horas de avión, podríamos ser nosotros. En cambio, de los conflictos en Ruanda no pensaban lo mismo. He aprendido que la cárcel puede ser un buen sitio, un sitio válido, con una función buena para ellos y para la sociedad. Hace falta que se puedan cumplir las penas en un sitio en el que se den cuenta de que han cometido un error y casi todos lo hacen. El malo, el realmente malvado ocupa un porcentaje muy pequeño. Y por último, sigo aprendiendo lo bonito que es hacer cine. Hay un abrazo que dura unos 20 segundos en el montaje final. En ese tiempo el espectador va dando vueltas y vueltas a lo que le hemos contado y a lo que ocurre. Es un placer al crear que el periodismo no te da. Entrar en la mente de los personajes es una forma de periodismo, aunque hasta hace poco estuviera reservado a la buena ficción.

¿Y como reportero?
Mi trayectoria ha sido ir dando vueltas por sitios en los que pasaban cosas. Mis amigos cuando vuelvo siempre me preguntan si todo esto me ha marcado. Supongo que sí, espero que sí. Alguna vez dando alguna clase los estudiantes me preguntan qué hago cuando llego a un sitio en el que nunca he estado y tengo que informar sobre qué está ocurriendo allí. Y no siempre llegas dominando el tema, a veces sólo sabes lo que has visto en el boletín de la compañía aérea de turno. Pero afortunadamente o desafortunadamente te das cuentas que las historias se repiten a lo largo del mundo. Siempre te encuentras con la buena gente y con la que no. Como en la cárcel, que hay tanta gente mala como fuera de ella. A los estudiantes les decía que fueran caminando por la ciudad y que donde hubiera un póster de Bob Marley, estaban los buenos. Siempre hay un sexto sentido que te hace encontrar la fórmula y la experiencia como periodista ayuda. A veces te ves incluso haciendo de juez, como cuando los periodistas dijimos lo que estaba haciendo Milosevic mientras la comunidad internacional le ponía medallas.

¿Por qué dejan de interesar los conflictos?
Yo lo entiendo, el ser humano tiene una capacidad reducida, yo mismo hay conflictos en el mundo que no he seguido. Incluso entre colegas vuelve uno de cualquier país y todos tenemos ganas de hacerle preguntas pero, aún siendo periodistas, son muy básicas. A veces te critican porque se habla de una cosa y de otra no y eso te frustra pero depende de muchas cosas. Al empezar la guerra de Bosnia los jefes estaban encantados con dejarnos ir. Al cuarto año ibas a su despacho y todo eran excusas. Por una parte, aunque seguían pasando cosas, a las televisiones les salía muy caro ya que había que tenían que asegurarnos y para eso debías ir en coche blindado. Además las audiencias bajaban en picado. Te daban excusas en lugar de decir claramente que eso ya no interesaba a nadie. Lo mismo está pasando ahora en Irak.

Ahora has vuelto a ir a Bosnia.
Sí, estoy preparando un reportaje para el 30 Minuts sobre Bosnia 12 años después y es parecido al último año. Como profesional tienes que buscar la forma de darle la vuelta a las cosas para que interesen a la gente. Lo último que hice se llamaba Les roses de Sarajevo. Al documental he llegado después de poner del revés el reportaje al uso. Y ahora, después de haber estado por toda Bosnia, de haber entrevistado al presidente de Serbia, Boris Tadic, de ver visto como siguen las cosas en Serebrenica, intento saber cómo explicar tantas cosas en tan poco tiempo. En la televisión está todo mucho más acotado y no se permiten esos silencios, esa magia…

¿El periodismo actual consigue explicar qué ocurre en el mundo?
Sí, pero quizá tienes que irte a blogs y a revistas muy especializadas. Pero sí puedes hacerte una idea de algunas cosas. Para ponerte un ejemplo, alguien que quiera saber qué pasa realmente en Israel y lea cada día La Vanguardia, con redactores tan buenos como Tomas Alcoverro, podrá acercarse bastante a lo que ocurre. Aunque también hay mucho desánimo. Con la guerra de Irak, por ejemplo, en la que el mundo entero fue violado y se vio con descaro que ganaban los intereses y los negocios, hubo mucha decepción. Las audiencias bajaron porque la gente, después de haber luchado, ya no quería saber nada. Nosotros desde el 30 Minuts no quisimos participar en esa mentira, nos lanzamos a hablar de la crisis de la ONU y de enseñar todo lo que había detrás.

¿Te queda algún rincón por descubrir?
Me queda ser feliz y encontrar cierta paz interior y daré tantas vueltas al mundo como sea necesario. Me paso la vida dando vueltas y ahora, en vistas de encerrarme en una sala de montaje, lo que quiero es tranquilidad.

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