martes, 25 de marzo de 2008

Hal Hartley: el moderno Bartleby


The Girl from Monday, película inédita en España, aparece en un pack de DVD

Elena Duque
Público, Madrid, 15 de marzo de 2008

"Preferiría no hacerlo" era la frase que repetía hasta el absurdo Bartleby, el escribiente del cuento de Melville. Hal Hartley podría ser su digna reencarnación, pues ha hecho de la renuncia un arte. Renuncia a la industria, a plegarse a los gustos del público, a los personajes glamurosos y a lo recargado y excesivo. En España, no sabíamos nada de él desde 1997, cuando se proyectó Henry Fool. Avalon edita ahora un pack que, además de contar con su célebre película Flirt, nos trae The Girl from Monday, y dos cortos, Ambition y Theory Of The Achivement. He aquí los cuatro rasgos por los que se reconoce al moderno Bartleby:

Independencia. Cine culto e inclasificable
Si por algo se conoce a Hartley es por ser un representante de manual del cine independiente de los noventa. Y en todo el sentido del término, pues utilizaba lo que podía para poder llevar a cabo sus ideas. Sus películas más emblemáticas son de esa década: Flirt, Amateur, Trust y La Increíble Verdad. De ésta última se cuenta que se financió gracias a un préstamo que daba un banco para comprar ordenadores. Hartley convenció a amigos y familiares para que lo pidieran, hasta que pudo acumular una suma suficiente para iniciar el proyecto.

Cerebral. Un discípulo aventajado
Parte de la poesía de las películas de Hartley viene, paradójicamente, de esa cerebralidad que causa el odio de sus detractores. Silencios, vacíos y economía expresiva hacen que parezca un alumno aplicado de Bresson que hubiese compartido pupitre con Aki Kaurismaki en la fría Helsinki. Sus puestas en escena calculadas y maquinales remiten casi al teatro -en el cual también ha hecho sus pinitos-. Es quizás uno de los directores con más tendencia al cine europeo de su quinta, y el intelectualismo de su querido Jean-Luc Godard se deja sentir en sus películas.

Perdedores. Redención y humanidad
No hay más que ver un segundo la cara del James Urbaniak, el basurero de Henry Fool, para comprender de qué hablamos. Gente a la que asociarle la frase "perspectivas de futuro" parece una ironía. Por lo general, es gente fuera de lugar y de natural excentricidad, como la monja que cuelga los hábitos para escribir porno (Isabelle Huppert, en Amateur). Ellos son los únicos cualificados para vagabundear por las tramas de Hartley, pues aquí no se trata de perseguir objetivos ni de seguir guiones que consten de planteamiento, nudo y desenlace.

Pop. Música para las minorías
Hay gente para la que unos personajes bailando Kool Thing, de Sonic Youth (en una de las coreografías más curiosas de la historia del cine, en Simple Men), significan mucho. Y Hartley se ha ganado el corazoncito de más de uno al incluir en sus filmes canciones de grupos como Yo La Tengo, Red House Painters o Liz Phair. Porque, admitámoslo, su cine es el cine de una minoría muy concreta, que se siente muy a gusto siéndolo y que se rinde al reconocer sus referentes estéticos. Como él mismo ha dicho, "a veces, la canción adecuada expresa ciertas implicaciones mejor que las palabras".

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