martes, 25 de marzo de 2008

El celuloide se extingue


Cineastas veteranos como Sidney Lumet, David Lynch y Mike Figgis demuestran que el cine digital no es para principiantes con poco presupuesto

Sara Brito
Público, Madrid, 24 de marzo de 2008

El digital no sólo es el papel y el lápiz para los nuevos realizadores, que pueden lanzarse a hacer cine sin que les cueste un riñón. No es sólo paladín de neófitos. Para grandes bestias del celuloide como Sidney Lumet, David Lynch y Mike Figgis, el digital es su nueva realidad cinematográfica. Categóricos y apasionados, los tres representan a tres cineastas veteranos que proclaman la muerte del celuloide.

Lumet está por estrenar en abril Antes de que el diablo sepa que has muerto; de Lynch se editó recientemente Inland Empire en DVD -ambas películas rodadas con cámaras HD- y Mike Figgis acaba de publicar en español un manual generoso y didáctico, El cine digital (Alba). Tres anuncios que permiten escarbar en la visión de tres cineastas que no quieren oír hablar ni del 16 ni del 35 milímetros.
El negativo, cosa del pasado

"De aquí a cinco años no creo que nadie siga usando el celuloide", decía Sidney Lumet, de 83 años, en una entrevista en Cahiers du Cinema. Su última película, Antes de que el diablo sepa que has muerto -esperada tras innumerables retrasos en su estreno en España, además de haber sido uno de los más dolientes olvidos en los pasados Oscar- no le deja dudas al director de Tarde de perros (1975): "No voy a volver a rodar con celuloide porque es incómodo, se tarda mucho tiempo en rodar y es muy caro", dice. "El vídeo digital te permite trabajar mucho más rápido y libre, y técnicamente es perfecto: tiene una profundidad de campo mucho mayor, una calidad de imagen superior y, además, tienes un enorme control sobre los resultados".
El uno para el otro

Para David Lynch, el 35 milímetros es "como un dinosaurio", mientras que el vídeo es la horma idónea para su cabeza, tan proclive a la improvisación, a las conexiones de ideas, de mundos, de estratos de percepción. En el estimulante experimento que es Inland Empire, el director se entrega a la estética vídeo sin remilgo: se acerca insidiosamente a los actores, la paleta cromática del vídeo le brinda a la cinta esa textura onírica tan Lynchniana que alcanza en esta película de 3 horas su máximo histórico. "Con la DV todo es más ligero, fluye más, puedes ver algo e incorporarlo al momento", cuenta Lynch en su libro de reflexiones Catch the big fish.

Por último, Mike Figgis es el menos fervoroso, pero no por ello el menos convencido. El director de Leaving Las Vegas, lleva desde 2000 -como ha demostrado en Timecode y Hotel- fascinado por la capacidad de experimentación que le ha aportado la tecnología digital. Su libro El cine digital es un acto de generosidad para los que se inician en el territorio del vídeo, un manual cálido donde Figgis muestra su fascinación por la libertad de movimiento de la cámara, por la facilidad a la hora de iluminar, por la facultad de poder estar más cerca de los actores...

Desde luego no son los únicos. El digital ha seducido a Jean Luc Godard, a Michael Mann, a Steven Soderbergh a David Fincher... La lista crece, los veteranos dicen cada vez más adiós a lo analógico.

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